Terpsícore y el dragón
La muerte siempre resulta una idea reconfortante. La idea
que la vida pudiera terminar en cualquier momento es liberadora. Libera al alma
del oprimido y le permite apreciar todo el horror y la belleza que el mundo
tiene para ofrecer. Como evitar entonces que el suicidio no seduzca por la
facilidad de aniquilación. Como si la solidez de la realidad no fuera mas que
una prisión de fantasía creada para evitar que una idea, que esa monstruosidad que
vive en lo profundo de cada inconsciente salga a la realidad. Pero por mas
recortes que hagamos, basta solo con mirar a los ojos de cualquier extraño para
darse cuenta de ese conjunto de propiedades que tiene el genero humano: avaricia,
codicia, grosería, pedantería. La jactancia del grosero que aviesamente cree que
sus cualidades obscenas y lascivas tienen un punto de avidez en lo máximo del
estandarte del hombre.
Terpsícore lleva su
guirnalda de flores y de jazmines formando una corona orgullosa. Fiel hija de
la memoria y de Zeus no podría estar ajena a los males que habitaban el
submundo llamado hogar. Quizás en algún momento se haya cruzado a Eris,
recordada por haber parido a la pena, al olvido, al hambre y al llanto. Por
haber traído al mundo a las disputas, a las batallas, a las matanzas y las masacres.
A los odios y las mentiras junto con las ambigüedades, el desorden y la ruina e
insensatez. Quizás sea demasiado injusto echarle a Eris la responsabilidad de
haber traído a los Pseudologos cuando durante años se creyó que eran hijos del
Éter y de la tierra.
¡ Oh, Terpsícore ¡ me
hubiese gustado poder mirarte a los ojos y decirte que amar significaba subyugar
y someter. Que el amor siempre es una
lucha que se empieza con fobia y desprecio y que termina con la conquista del
objeto deseado. Pero no dejemos de lado la amistad. Ilusión del hombre, donde si
hay algo que creo, es que la única cualidad necesaria para tenerla es la
posibilidad de entender y ser entendido con la mayor claridad.
¿Acaso tuvimos algún momento de mayor claridad?
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