martes, 30 de marzo de 2010

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Así los temas se iban sucediendo uno tras otros, algunos temas de rock nacional, otros en ingles pero siempre con la necesidad de tener que elegir el más nostálgico, era una obligación, un mandato, era una necesidad que partía desde lo mas profundo de su ser, sentarse en un banquito, mirar las palomas, la basura, oler los escapes de los autos y los edificios destartalados que populan en el centro, mirar hacia la nada, pensar en nada, intentar olvidarse de todo, intentar desaparecer, perderse en entre la multitud. Había apostado a un mundo de relaciones libres, una gran fachada que ella no quería ver, porque por mas que apostara a la libertad en las relaciones humanas, a la libertad de poder dictar su propio destino yendo en contra de los más sabios consejos de sus pares y correr hacia la gran ciudad con poco mas de unos cientos de pesos, a buscar a su hermano que se había escapado de la misma realidad que ellos consideraban mediocre. En su pecho sentía que tenia que haber algo mas, que su vida no terminaba a los 24 años, que pese a no conocer de arte ni tener ningún don, de pasar totalmente desapercibida en una ciudad que la consumía y que la atrapaba podía escapar, pero cuando uno apunta a un camino, cuando uno decide dar ese paso, saltar, atravesar todos los obstáculos que la vida y que uno mismo se pone en frente y superar ese miedo, ese terrorífico miedo a equivocarse, sobreviene la realidad, cuando uno apunta a un camino se deja de lado a otro, se elige uno, pero siempre existen consecuencias y por mas que uno pueda elegir el camino que quiera y se construyan versiones mentales para autoconvencerse de que el éxito esta cerca es la realidad de la elección la que sobreviene. Esas fantasías terminan cayéndose. ¿Acaso el tener un camino señalado hacia las cosas mas fáciles? Siempre se terminaría con la misma fantasía, de la sensación de haber podido elegir otro camino pero no haberlo hecho. ¿Qué estabilidad podía tener? Levantarse a la mañana, prepararse y trabajar, en un pueblo de cuatrocientos habitantes, en un pueblo de ciento cuarenta familias, en un pueblo de ciento veinte viejos, en un pueblo de ciento veintiséis menores de veinte años y ciento cincuenta y cuatro personas restantes que se conocen y saludan, pero eso era todo. Parcelas divididas en un mapa y un “La ruta va a llegar y va a cambiar todo”. Pero tomarse un micro a la ciudad, recorrer seiscientos cincuenta y tres kilómetros hasta llegar a la terminal y bajarse con un bolso, caminar por una estación que parecía mágica pero que es solo la carta de presentación de una ciudad que se presta mas para el llanto que para la alegría, un lugar hostil, ignorado, un monstruo de metal y acero que atrapa el oxigeno y mata lo verde. Se puede elegir, pero no se sabe donde uno va a terminar, porque la dirección en un papel de una casa, ubicada en un barrio dentro de una ciudad era todo, porque no tenia un numero de teléfono ni tampoco la certeza de que el siguiera allí. ¿Por qué era tan ferra la oposición a que ella emprendiera un viaje que por fin la independizara? ¿Por qué Gustavo se oponía tan firmemente a que su hermana mayor viajara a Buenos Aires y se una con el?

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