martes, 30 de marzo de 2010

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-La información no hace a la verdad. -Le dijo Gustavo a M.- continuó.
Pero ella estaba harta, harta de tener que soportar a Gustavo cuando entraba en el laberinto de cuestiones metafísicas y en charlas y debates pseudo filosóficos, siempre terminaba criticando a Gustavo por su imposibilidad de terminar acaso algún libro de lo que había empezado a leer, ella prefería descubrir formas de animales en las mancha de humedad de lo que había sido ese petit hotel en San Telmo que había sido testigo de épocas mejores.
-Esa mancha en el techo puede ser un elefante.- Le dijo M. a Gustavo señalando una mancha gris que aparecía triunfante en el techo de la habitación. A continuación, con un poco de ayuda de él y subiéndose a la cama logro trazar la figura de aquel animal imaginario sobre el techo y traerlo a la realidad.
-No tenés imaginación Gustavo.- Le dijo con una mirada de reflexión M. –Ahora por lo menos lo podemos ver los dos.
M. seguía despreocupada por la situación económica que parecía seguirlos a todos lados, aun escapándose del interior en Buenos Aires la situación no era mejor.
-Tenes que buscar un trabajo, sabes que no podemos vivir con lo que gano en la imprenta.-Le reprocho Gustavo, a lo que M. solo respondió con su mirada seria y luego volteando sus ojos a una de las paredes de la habitación y prosiguió. –Mira, ¿Me vas a decir que eso no parece un elefante?-
Gustavo no recordaba con especial aprecio la vida en la casa de sus padres, el estigma de tener que continuar con la tradición y aprender el oficio era algo a lo cual le había escapado desde que tenía uso de conciencia, el mandato del padre, la desesperación de la madre y las miradas criticas de las cual tenia que ser testigo eran demasiado para el, un chico sencillo, pero que había crecido escuchando historias sobre lo que pasaba en la lejana ciudad de Buenos Aires.
-Me voy a fumar un pucho y vuelvo.- Le dijo M. a un Gustavo que había quedado en silencio recordando a su padre.

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